Lamborghini Veneno

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martes, 20 de octubre de 2015

Autos deportivos de lujo: Entendiendo por qué son tan especiales

Autos deportivos existen muchos, de distintos precios, segmentos y estilos de acuerdo a su procedencia. Con cada aparición, noticia o artículo de estos artefactos, se cruzan opiniones de distintos bandos: quienes los consideran una aberración, quienes defienden su propio estilo (entre autos rivales) y quienes aman todo lo que tenga 4 ruedas y se mueva con estilo.

Es cierto, puede que todas aquellas opiniones tengan un pedazo de la torta de la verdad; también es cierto que podemos ver miles de fotos y leer decenas de artículos relacionados con ellos, hablando de sus terminaciones, potencia y manejo, pero en nadie nos logrará transmitir la verdadera esencia de estos autos, oculta hasta que te logras poner al volante de varias de estas máquinas.

El objetivo de las próximas líneas, es poner un punto intermedio, en el cual podamos entender el porqué de estas cosas, que no existen sólo para ostentar o romper récords de fríos números.

El asunto va más allá de decir “soy yo conduciendo este auto que me costó mucho dinero” o “lo conduje a tal velocidad”. He tenido la suerte de ponerme al volante de muchos autos deportivos bastante raros y escasos y de cierta manera logré entender el sentimiento que transmite cada máquina. Los europeos tienen su estilo, los japoneses y los estadounidenses el propio, constituyendo las 3 cunas más importantes que fabrican automóviles deportivos de lujo.

El europeo, disfruta de una conducción más de montaña o de autódromo, rodeado de un cuidado en cada detalle, costura o perno puesto en el auto; a pesar de que estos detalles no están a simple vista, hay un increíble trabajo artesanal en cada uno de ellos y quien lo posee, entiende y disfruta del esfuerzo puesto por cada artesano.

El estadounidense (o popularmente “americano”) gusta de la potencia, aceleración y brutalidad de un motor que suene fuerte, el diseño musculoso y las largas rectas de las carreteras que cruzan su país. Es un orgullo de patriota, cada “muscle car” de ese país, transpira patriotismo en una suerte de “soy estadounidense, aquí estoy”.

El japonés tiene algo del europeo, pero desde un punto de vista más complejo; su desarrollo tecnológico es la base de su orgullo: motores pequeños pueden superar a otros mucho más grandes y con facilidad. Conducen sabiendo que bajo el capó hay miles de horas de ingeniería fina y la sensación al volante puede ser igual o superior al más fino purasangre europeo.

Los tres estilos tienen sus defensores propios, amantes de los 3 o definitivamente detractores totales, considerándolos sólo objetos de ostentación o formas de gastar el dinero injustificadamente, sólo para alimentar el ego.

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